A veces, mi mente me traiciona y deja pasar un vaivén de imágenes sobre mis ojos, de olores bajo mi nariz, y de sonidos cercanos a mi oído. Me resulta casi inebitable parar aquella corriente de información, qua fluye a través de mis sentidos, tan llamativos y hermosos; apetecibles. Como esperando a ser vista, olida y escuchada, esa especie de intento de comunicación por parte de mis recuerdos me transporta a una realidad muy distinta a la que las personas acostumbran a experimentar. Todo es negro, solitario y frío, como estar en una vieja casa abandonada en plena medianoche sin luna. Entonces, su recuerdo choca de lleno contra mí, provocando todo tipo de sensaciones incontrolables e insaciables, pidiendo más y más oxígeno a mi organismo, agotando poco a poco las fuerzas que mantienen en pie mi cuerpo, y además, lúcida mi mente. Me obligo a respirar, pero el terror ante lo extraño impide cualquiero tipo de movimiento o hazaña de salvación. Sus imagenes duelen, pinchazos salvajes atenazan mi cuerpo; su olor anula los demás, me absorve, y sus sonidos dulces y amables me enternecen y hace duro hasta el nítido sonido del piano. Todo ello me deja exhausta y débil, pero resulta tan real que incluso pensar que es imaginario parece una idea tonta y estúpida.
A veces, mi mente me traiciona y deja pasar un vaivén de imágenes sobre mis ojos, de olores bajo mi nariz, y de sonidos cercanos a mi oído. Y solo entonces, me pregunto si será un sueño, o una pesadilla más de mi pequeña biblioteca particular.
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