miércoles, 23 de noviembre de 2011

Él temía por su libertad


Las lágrimas resbalaban por su rostro, se volvían negras, oscuras, absorbían el barro que lo cubría. Sus manos se encontraban apresadas, inmovilizadas y sus pies apenas eran dos partes de su cuerpo que no sentían dolor. Corría, se balanceaba, huía. El caos que albergaba su interior era fatal, pero aquel que lo rodeaba le sobrepasaba. Gritos, llantos, fuego, llamas, balas... Quería taparse los oídos, oh cuanto lo deseaba, pero no podía. Impotente se resignaba. La tierra cada vez más seca arañaba sus pies, los rasgaba, le quemaba, pero él apenas lo percibía, no podía. Todo su cuerpo le instaba a seguir hacia adelante pero en ese preciso instante en el que oyó aquella agonizante pero conocida voz frenó en seco y cayendo de rodillas aulló de dolor, inclinando la cabeza al cielo y gritándole a éste toda su indignación. Su grito ya formaba parte de aquel caos, uno más, apenas diferente del de aquellas personas desdichadas por haber nacido allí.

"Silvia"

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